SukaSuka – Volumen 2 – Capitulo 3 – Parte 3

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Parte 3: Aún lejos de casa

“¡Ahh~! Finalmente de camino a casa,” dijo animadamente Ithea mientras se acercaban al área del puerto. “¡Cuando llegue a casa, voy a dormir como un hombre de verdad!”

Ninguno tenía la energía para comentar sobre el repentino cambio de género de Ithea. Todos alineados lado a lado, simplemente continuaron caminando en silencio. Aunque en realidad nadie lo había dicho, ellos sabían que cada uno de ellos estaba muerto de cansancio. Para Chtholly, Ithea y Nephren, quienes aún no habían tenido un descanso apropiado después de volver de sus más de dos semanas de batalla, era bastante obvio. Sin embargo, Tiat seguramente estaba casi tan cansada como esas tres después de un periodo tan largo de emoción por salir por primera vez de la isla (y también recibir tratamiento para convertirse en un soldado).

Hay mucho que hacer una vez que lleguemos a casa. Encender Venenum coloca inevitablemente una carga el flujo sanguíneo de uno. Usarlo continuamente por largos periodos de tiempo puede causar disrupciones o estancamientos en la sangre, dañando la condición de todo el cuerpo. La fatiga muscular puede arreglarse con un poco de sueño, pero no puede decirse lo mismo del envenenamiento por Venenum. Se curará eventualmente simplemente haciendo tu vida diaria, pero sobre esforzarte a ti mismo repetidamente en un corto periodo de tiempo puede causar síntomas crónicos.

Parece que el estancamiento no es lo suficientemente grave para causar fiebre, pero tal vez debería tratarlas de todas formas solo por si acaso. Willem miró sus palmas y tronó ligeramente sus nudillos. Había perdido incontables cosas importantes para él de esa época hace tanto tiempo, pero afortunadamente aún tenía algunas de las habilidades que aprendió, contramedidas contra el envenenamiento por Venenum por ejemplo. La técnica de masaje tal vez no reciba una cálida bienvenida de las chicas, teniendo esa edad, pero probablemente no se negarían si les dijera que el envenenamiento podría acortar su esperanza de vida – o si querías ponerlo de otra manera, su durabilidad como armas.

“Quería seguir paseando un poco más…” Tiat se dio la vuelta para mirar la ciudad una última vez, con una mirada renuente.

“Estoy seguro de que pronto tendrás otra oportunidad de hacerlo.” Willem palmeó gentilmente su cabeza.

“¡Te dije que dejaras de tratarme como a una niña!” Tiat alejó su mano.

“Willem Kmetsch, Técnico Segundo de Armas Encantadas.”

Mientras Willem reía y retiraba su mano, una fría voz llamó su nombre. Dándose la vuelta, él vio a un hombre desconocido parado ahí. Tenía un delgado cuerpo y usaba lentes de sol sobre sus características faciales inusualmente parecidas a las de los Emnetwyte. Sin embargo, su blanco cabello y largas orejas puntiagudas del mismo color lo distinguían claramente como un Haresantrobos. Una raza de personas bestia que se parece a los conejos, son extremadamente escasos, a diferencia de los Lucantrobos. Willem sabía de su existencia, pero esta era la primera vez que veía uno en persona.

“… ¿quién eres tú?”

Willem miró más de cerca las ropas del hombre. En el hombro de su uniforme del ejército, una insignia identificaba su rango como Primer Oficial. El diseño de escudo y guadaña revelaban la rama militar a la que pertenecía, la Policía Militar.

“Como puedes ver, soy un Primer Oficial de la Policía Militar.” Cuando el Haresantrobos habló, una voz aguda gritó ‘¡por favor apresúrense!’. La aeronave estaba comenzando sus preparaciones para despegar. Si perdían esta, tendrían que esperar al siguiente día. “Oí sobre ti por el reporte del Primer Oficial Limeskin.”

“Ya veo. No sé lo que escribió sobre mí, pero no creo haber hecho nada digno de la atención de la Policía Militar.” Bueno, al menos nada que ese enorme lagarto supiera, añadió Willem en su cabeza.

“Correcto. Es verdad que ‘puede que le gusten las niñas’ estaba escrito en el reporte, pero eso por sí mismo no es una amenaza. Los crímenes solo vienen de las acciones, no pensamientos o preferencias.”

Willem hizo una nota mental para hacer una Carrera Demoledora del Ruiseñor seguida de una patada la siguiente vez que viera a ese lagarto.

“Incluso si hay algún favoritismo entre el supervisor y sus sujetos, mientras no sea un obstáculo para efectividad en batalla, no es nuestro deber interferir.”

Willem hizo una nota mental para golpear al conejo en la cara cuando tuviera oportunidad.

“Es falso. Si le gustaran las niñas no tendría tantos problemas,” murmuró Chtholly desde el lado, lo suficientemente fuerte para que Willem escuchara.

Ah… bueno, como sea. “¿Entonces qué es lo que quiere? Si va a tomar un rato, vuelva otro día. Estamos un poco apurados, por si no lo había notado.”

“Hay alguien que tiene que ver. Vendrá conmigo.”

“No.” Willem se rehusó cortantemente. “No me obligue a repetirlo. Estamos apurados. Si leyó el reporte o lo que sea, debe estar al tanto, ¿verdad? Estoy a cargo de estas chicas, y es mi responsabilidad llevarlas de vuelta al almacén. No puedo permitir que interfiera, incluso si usted es un Primer Oficial.”

“No puedo permitir que se rehúse. Mi responsabilidad es seria también.”

“Ya veo. ¿Entonces por qué no nos separamos aquí y llevamos a cabo nuestros propios deberes?” Mientras respondía, Willem trató de simplemente pasar caminando por el lado del hombre.

“El Gran Sabio, Souwong Kandel.” Al oír al Haresantrobos decir ese nombre, Willem se congeló. “De acuerdo al reporte del Primer Oficial, usted puede dar mantenimiento a las Armas Excavadas. Además de eso, usted trabaja actualmente como Técnico Segundo de Armas Encantadas. Lo que fue perdido se alza nuevamente. En este mundo, habiendo perdido la gran tierra de abajo, donde todos viven aferrándose a estas diminutas rocas, la importancia de esos dos hechos es en efecto enorme. Acorde con eso, no puedo simplemente dejarlo ir. Debemos consultar al Gran Sabio con respecto a esa habilidad suya. Si insiste en rehusarse, me temo que deberé llevarlo por la fuerza.”

El hombre levantó su mano, y, junto con muchos pares de pisadas, aparecieron repentinamente soldados a su alrededor. Cada uno de ellos cargando largas y curvadas espadas en sus espaldas, que probablemente no eran solo para uso ceremonial.

“Woah, parece que las cosas están a punto de calentarse…”

“Detente, Ithea. No conjures Venenum. Esto es diferente a lo de antes. Si armamos un alboroto, solo nos dañará a nosotros. Además, estos tipos están listos para enfrentarse a nosotros.”

“… entiendo.” Con un suspiro, Ithea suprimió su magia. “¿Pero qué planeas hacer? Si esperas más no seremos capaces de volver a casa, ¿sabes?”

“Lo sé, lo sé.” Mientras respondía, Willem pensó sobre el nombre en su mente. El Gran Sabio, Souwong Kandel. Él conocía ese nombre. Era un nombre que nunca olvidaría. “Supongo que realmente tengo que ver a este tipo.”

“¿Willem?” Nephren lo miró a los ojos con una cara preocupada. Ella raramente hacía expresiones tan fáciles de leer, lo que significaba que Willem debe haber lucido especialmente perturbado.

“Primer Oficial.”

“¿Si?”

“Si voy con usted, ¿puede garantizar que estas chicas llegarán a salvo a la 68º Isla?”

Las hadas, las cuatro, estaban visiblemente molestas al oír la pregunta de Willem.

“Juro por esta insignia que haré que lleguen a casa.” Asintió el Haresantrobos.

“Espera.” Alguien se aferró a la manga de Willem. “¿Qué quieres decir con que vas a ir con él? ¿Cuándo volverás?”

“Bueno… no puedo decir mucho, aparte de que depende de qué asunto tengan conmigo.” Él se encogió de hombros.

“No vayas.” Una pizca de ira comenzó a mostrarse en los ojos de Chtholly.

“Como dije, tengo que ver a este tipo…”

“Si vas me enfadaré.”

“No actúes tan egoísta.”

“Cállate. Siempre me has tratado como una niña, así que al menos escucha esta petición egoísta. ¿O vas a tratarme como un adulto cuando sea conveniente para ti?”

Sus palabras dolieron. Willem estaba acostumbrado a lidiar con niños, pero nunca había sido bueno con chicas que eran demasiado mayores para entrar en esa categoría. Nunca supo lo que estaban pensando. En cuáles de sus palabras creer. Qué decir para animarlas. Y sobre todo, qué hacer para que dejaran de llorar.

“No llores.” Él limpió las lágrimas de Chtholly con su dedo, solo para que su mano fuera violentamente alejada.

“Eres de lo peor, decidiendo actuar amable conmigo ahora.”

Lo sé, pensó Willem. Yo también pienso así de mí. Pero él no sabía qué más hacer. Fue igual en aquel entonces, igual ahora, y seguramente igual para siempre.

“Lo lamento,” dijo él, entonces retiró su brazo. La mano de Chtholly cayó de su manga, arañando el aire, entonces, incapaz de encontrar algo a lo que aferrarse, se cerró formando un puño.

“… idiota,” murmuró ella.

Él ya no podía enfrentarla. “Las aeronaves son frías por la noche, así que envuélvanse en una manta y duerman temprano, ¿de acuerdo? Si tu cuerpo se enfría el envenenamiento por Venenum solo empeorará.”

“Ah… de acuerdo, entiendo,” respondió Ithea.

“…” Nephren falló en responder como de costumbre.

“Um, uh, está bien.” Tiat, quien miraba nerviosamente entre Willem y Chtholly, parecía apenas registrar sus palabras.

“Bueno, nos vemos,” dijo él, entonces le dio gentilmente un empujón a Chtholly en su espalda. Aunque él no puso nada de fuerza, Chtholly perdió el balance y tropezó por unos cuantos pasos antes de detenerse.

“¡¡Idiota!!” gritó ella, entonces corrió adelante, temblando de ira.

Cuando llegó a la puerta, Chtholly arrojó el boleto en la mano del oficial y corrió dentro de la aeronave. Alertado por su salvaje comportamiento, el recaudador de boletos se dio la vuelta y gritó ‘¡por favor no corra en la rampa!’.

“Qué puedo decir…” Willem podía sentir esa palabra hundiéndose en su cuerpo. “Vamos, ustedes también apúrense y vayan.”

“Bueno, si insistes.” Mientras Ithea lo miraba con una mirada insatisfecha en su rostro, un vagón cargado de bolsas de yute pasó volando.

“¡Oh, cuidado señorita, vamos pasando!” dijo el conductor, un poco tarde.

El distrito del puerto, con gente y bienes constantemente yendo y viniendo en todas direcciones, no era un lugar para estar conversando tranquilamente.

“¿Esto está realmente bien para ti?” Preguntó Nephren.

“¿De qué hablas?”

“Aún no has dicho algo importante. Si sigues haciéndote el tonto, me enfadaré también.”

Para que incluso Nephren, que nunca se enojaba, estuviera molesta con él no era nada agradable. Él no podía detectar ninguna irritación en su voz. Puede que incluso sonara más indiferente de lo habitual. Pero eso solo mostraba que lo decía en serio.

“No quiero hacer más promesas que no puedo cumplir.”

“¿Pretendes cumplirlas?”

“Si, pero… hay algunas cosas que simplemente no puedes hacer.”

“Fuiste tú el que hizo que Chtholly lo prometiera.”

Él no podía decir nada. Más vale que sobrevivas y vuelvas a casa. Él había ordenado algo imperdonable: el regreso de un soldado desechable. Y sobre todo, lo hizo por una estúpida y egoísta razón, e incluso ignoró los deseos del soldado mismo.

“No tienes derecho a decir lo que puedes o no puedes hacer.”

“De acuerdo, de acuerdo, lo entiendo.” Willem rascó su cabeza y apartó la mirada de las hadas. Él honestamente no tenía idea de cómo lucía su expresión en ese momento. ¿Estaba sonriendo? ¿Llorando? ¿Enojado? Ni siquiera era capaz de discernir sus propias emociones, ya no quería seguir mostrando su cara. “Terminaré con esto rápido e iré a casa, ¿de acuerdo? Así que adelántense.”

En alguna parte fuera de su campo de visión, Nephren probablemente asintió.

“Comprendido.” Él escuchó la respuesta afirmativa de Ithea desde atrás. “No me gusta, pero supongo que no tenemos elección. Vamos pequeña, vámonos.”

“Ah, está bien… pero…”

“Sin peros, tenemos que apurarnos.”

“¡Ah! ¡D-De acuerdo, lo entiendo, suéltame!”

Las tres se fueron corriendo, el sonido de sus pequeñas pisadas se alejaba cada vez más. Un silbato de vapor sonó ruidosamente, perforando los oídos de Willem. El oficial desesperadamente advirtió a los pasajeros que no corrieran en la rampa.

“Podríamos haber preparado una nave privada,” dijo el Haresantrobos mientras miraba.

“Ellas probablemente no quieren estar bajo tu cuidado.”

“Bueno, perece que me odian… hey, algunos de ustedes vayan con ellas. Asegúrense de que lleguen a salvo a la 68º Isla.”

Con sus órdenes, tres soldados corrieron a la aeronave después de las hadas. El recaudador de boletos comenzaba a enloquecer.

La rampa fue subida.

Los propulsores rugieron ruidosamente.

El ancla fue levantada.

Y finalmente, la aeronave partió de la 11º Isla Flotante, con cuatro hadas viajando en ella, dejando a Willem atrás.

“Sabes, tu cara luce realmente peculiar cuando lloras.”

Willem recordó que debía golpear a ese grosero conejo.


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